Muero todas las noches, y por la mañana mi mujer me cuenta cómo fue. Nunca es de la
misma manera. A veces me atropella un auto, otras tengo un cáncer terminal. Me
mataron de un disparo, me caí de un edificio, incluso me morí de viejo, rodeado
de los hijos que aún no tuve.
Empezó hace unos meses, casi un año. Una mañana, mientras
preparaba tostadas, ella encendió un cigarrillo, se apoyó en la mesada de la
cocina y me miró seria. Dijo “Anoche tuve un sueño raro”, y se quedó callada,
mirándome. Esperé. Soñé que estábamos en una habitación de hospital. Vos estabas en la cama, y te costaba
respirar. Tenías un olor muy fuerte, no era ese olor de los hospitales, era
algo que salía de tu cuerpo. Respirabas muy mal. Yo te agarraba la mano, pero
no me la apretabas. Ya no tenías fuerza para eso. Me miraste, estabas asustado.
Yo traté de darte confianza, me reí, te apreté aún más. Y mientas estábamos
así, vos en la cama y yo en una sillita al lado, te moriste. Y. Y qué. Qué
sentiste. ¿En el sueño? Estaba angustiada, que querés. No, cuando te despertaste. Te toqué, estabas calentito,
roncando. Fue un sueño raro, terminó, y siguió haciendo las tostadas. Esa noche
fue como todas, comimos mirando la tele, hablamos del caño del baño que se había roto.
Pero la mañana siguiente, cuando me volvió a mirar
pensativa, sentí miedo. Nos quedamos callados, mirándonos. Me dijo pasó otra
vez. Qué, el hospital y todo eso?. No, anoche fue otra cosa. Te pisaba un tren.
Horrible.
Desde entonces muero cada noche y resucito en el desayuno.
Espero el momento en que ella se pare al lado de la cocina y me cuente con
precisión el momento en que dejo de estar acá.
Hace dos meses me metí en internet, buscando algo, un sentido
para esos sueños, una pista. Lo que encontré fue una página que decía que había 257 formas
de morir. Le pregunté a ella si recordaba cuando fue el primer sueño. Si, el 27
de abril. Fue un día antes del cumpleaños de tu vieja, me acuerdo bien. Hice cuentas. Me quedaban 59 muertes posibles.
Empecé a prepararme. No lo hablamos, pero me di cuenta que
ella también. Nos quedábamos por la noche
sentados en la cocina, sin hablar, mirándonos.
Hoy es la noche 257. Sé que mañana a esta hora voy a estar
muerto. Ella preparó una cena especial, puso velas en la mesa, se puso ese
vestidito negro que le queda tan bien. Cuando terminemos de comer vamos a hacer el amor, vamos a hablar de las
cosas cotidianas, y ella se va a dormir. Podría intentar mantenerla despierta,
pero sé que es inútil. Los dos lo sabemos. A la mañana voy a saber cual de
todas las muertes me pertenece.
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