domingo, 29 de septiembre de 2013

Horizontes

Sus pupilas se dilataban y se contraían frente al mínimo estímulo. Tantos años en la oscuridad tal vez habían sensibilizado sus ojos. Su cara, rígida como las piedras de las cuatro paredes que lo contuvieron durante más de diez años, era indescifrable. No había forma de saber su edad. Estaba detenido en el tiempo. Un paso, después otro paso, y todo quedó atrás. Sus zapatos, que hacía tiempo ya no eran de su medida, hacían crujir las ramas secas. Sus pies se arrastraban como su saco de piedras. Era una momia en el desierto, o un espantapájaros. La vida no estaba dispuesta a tocarlo. Caminó por la ruta más cercana durante horas. Todo era gris, aunque el sol rajara la tierra. Los espejismos no le dejaban ver el horizonte. O tal vez no existía horizonte para él. El silencio de esa inmensidad era el mismo que lo había atormentado durante su encierro. Quizás se había quedado sordo. Su cuerpo como una mínima sustancia se perdía en la grandeza de ese desierto sin límites. El encierro y la inmensidad como caras de una misma moneda. ¿Alguien se acordaría de él? ¿Alguien lo habría estado esperando? ¿Seguiría su familia en ese país extranjero, o habría corrido su misma suerte? De repente, el espejismo de agua dejó de serlo, para volverse río. Sus ojos recuperaron algo del brillo de antes. Sus tardes de pesca junto a su padre y sus hermanos, para luego disfrutar del fruto del trabajo junto a las mujeres de la casa. El río siempre había sido el refugio, la alegría, la travesura. Su primer a amor, a la vera del río. Lentamente se acercó, se arrodilló clavando hasta el último de sus huesos contra el barro de la orilla, y metió su cabeza en el río como queriendo enterrarla bajo el agua. Sus oídos empezaron a percibir el sonido de la corriente, de los peces, de las burbujas que salían de su nariz. Estaba vivo. Casi sin respiración sacó la cabeza del agua. Miró a su alrededor. La inmensidad se hacía cercana, el horizonte no se caía por los costados. Respiró aliviado. Alguien lo estaría esperando, sin dudas, para vengar tanto dolor.

viernes, 30 de agosto de 2013

TUS PIERNAS

La esquina de paredes altas, la esquina de las oscuridades,
confirma el negro de tu ropa ajustada sobre la piel.
No faltarán horas para dejar en algún sillón alto y amplio,
la mirada fija de esas pupilas amplias y dilatadas.
No falta tiempo para que te despoje y exponga cada pliegue y curva
ese rey desnudo, rodeado de espaldas, espadas y ostras.
Manos innumerables pasarán por tu entrepierna,comprimiendote,
desgarrándote, arañazos de sed incontrolable, para devorarte.
Desconocerás sin límite el no registrar tu pegajosa boca.

Cuerpos, brazos, piernas, lenguas, como enredaderas carnívoras
subiendo hasta tu cuello, mordiendo tus pies pequeños.
Tus propios impulsos no te salvarán de esa masa de sudores y flujos
eróticos que resbalarán desde tu nuca, ni la mirada tendrá clara imagen.
Solo retazos de tu piel quedarán oscuros, como lo oscuro del desgarro.

viernes, 23 de agosto de 2013

Toneladas de encanto. Etcétera.

El tío Kurt arrojó toneladas de belleza a lo largo de su obra y hay que dejarlo seguir impactando en nuestras mentes, siempre. Además, de puro generoso también desparramó por acá y por allá algunas herramientas que si somos vivos vamos a saber agarrar. Por ejemplo esta. Escuchen:
"Este libro es un invento, desde luego, pero la historia que le hice contar a Bonnie sucedió en la vida real, en el pabellón de la muerte de una penitenciaría de Arkansas.
En cuanto a Sparky, el perro que no podía menear la cola: Sparky está inspirado en el perro de mi hermano, que tiene que pelear todo el tiempo porque no puede menear la cola. Existe de veras un perro así".

Kurt Vonnegut, Desayuno de campeones. Traducción de Carlos Gardini. Lo editó recientemente La Bestia Equilatera.


El dibujo que muestra Vonnegut en el dibujo es su dibujo de un ano.No se de quién es el dibujo total.

miércoles, 14 de agosto de 2013

"Pic-Nic"


Estimados Shanshorianos,
Les comparto algo de mi producción que en este caso es audiovisual.
Es un corto que realicé en 2003 con 120 mts. de película 16 mm B/N 


lunes, 12 de agosto de 2013

Shanshorianos



La cita es los jueves a las 19.30 (salvo raras excepciones), en el barrio de Once. Jean Jaures (shanshoré para los bloggeros), y Sarmiento. El taller se inició por el mes de Abril. Yo arranqué con dos clases de retraso. En ese momento, además de la profesora Daniela, éramos dos y dos. Graciela y Anita aportando femeneidad, y Alejo y Gustavo hablando de fútbol. El sustrato académico/cultural era, y lo sigue siendo, variado, aunque siempre predominaron los periodistas y afines. Alejo, Gra y yo permanecimos cual núcleo duro. Gustavo se fue, y vino Gonzalo, que también se fue (para volver), y ahora está Juan. También se sumó Violeta, para inclinar la balanza de los sexos. Y Clara, para terminar de desequilibrar la balanza.

Nuestro taller es un espacio distendido, donde nunca falta algún vino o mate con alguna cosita para comer que nos sirve la profe. Pero el clima de distención es para poder albergar la riqueza teórica y metodológica que Daniela generosamente nos aporta con cada clase que prepara. El taller es un espacio donde se trabaja mucho. Desde la escritura, pero también desde el análisis, la lectura, la incorporación de conceptos, entre otras cosas. Las clases siempre están organizadas. Por lo general se trabajan al inicio las “tareas para el hogar” dadas la clase anterior, y luego nos adentramos en el objetivo de ese encuentro, para cerrar el círculo con la tarea para la clase siguiente. Daniela es muy pedagógica para la organización del taller. El espacio funciona de manera horizontal en el sentido que nos nutrimos de las opiniones y sugerencias (elogios, preguntas y dudas en los términos del taller) de nuestros compañeros, y no sólo de las correcciones y sugerencias de la profesora, lo cual contribuye a generar un espacio de aprendizaje, donde el diálogo y el intercambio circulan todo el tiempo.

jueves, 8 de agosto de 2013

Algunos entre algunos de los recomendados de Fernanda


Mis queridos

Roberto Arlt, con su " Los siete locos"


Algunos de los problemas planteados son el existencialismo filosófico, vanguardia de principios de siglo. Las cuestiones morales, la soledad, la angustia ante el sin sentido de la vida y la desolación de la muerte, donde se plantea la locura absoluta de la sociedad, la crueldad del capitalismo, la frialdad de la industria y sus máquinas tecnológicas, contrastando a éstas últimas con la endeblez y fragilidad del hombre mortal que las crea.
Expresionista, capaz de mezclar realidad, con fantasía, surrealismo, locura y extravagantes visiones políticas, todas ellas inquietantes, conforman una historia increíble en la que constantemente se violan las leyes del sentido común y  una realidad deformada, que sirve precisamente para expresar temas candentes en la sociedad en que vivió Arlt.

Tres personajes magistrales, Erdosain, el Astrólogo y el Rufian Melancólico, planearán insólitas revoluciones y rosas de cobre.




Rodolfo walsh, y su " Operación Masacre"

El 9 de junio de 1956 los generales Tanco y Valle se sublevaron contra el gobierno de facto que había destituido a Perón en setiembre de 1955. El levantamiento fue reprimido. En los basurales de José León Suárez, un grupo de civiles  fueron fusilados, masacrados. Unos pocos lograron escapar de la muerte. 
En 1957, Rodolfo Walsh emprendió la investigación de estos hechos. Es la primera obra de "ficción periodística" el relato novelado de un hecho real o novela testimonio.

Osvaldo Bayer, dijo sobre Rodolfo "La conciencia es su musa". 
El 25 de marzo de 1977, ante su participación y enfrentamiento a la Junta Militar que encabezaba la Dictadura, en las calles San Juan y Entre Ríos, es secuestrado y posteriormente desaparecido.




miércoles, 10 de julio de 2013

el sueño

Muero todas las noches, y por la mañana  mi mujer me cuenta cómo fue. Nunca es de la misma manera. A veces me atropella un auto, otras tengo un cáncer terminal. Me mataron de un disparo, me caí de un edificio, incluso me morí de viejo, rodeado de los hijos que aún no tuve.
Empezó hace unos meses, casi un año. Una mañana, mientras preparaba tostadas, ella encendió un cigarrillo, se apoyó en la mesada de la cocina y me miró seria. Dijo “Anoche tuve un sueño raro”, y se quedó callada, mirándome. Esperé. Soñé que estábamos en una habitación de hospital.  Vos estabas en la cama, y te costaba respirar. Tenías un olor muy fuerte, no era ese olor de los hospitales, era algo que salía de tu cuerpo. Respirabas muy mal. Yo te agarraba la mano, pero no me la apretabas. Ya no tenías fuerza para eso. Me miraste, estabas asustado. Yo traté de darte confianza, me reí, te apreté aún más. Y mientas estábamos así, vos en la cama y yo en una sillita al lado, te moriste. Y. Y qué. Qué sentiste. ¿En el sueño? Estaba angustiada, que querés.  No, cuando te despertaste. Te toqué, estabas calentito, roncando. Fue un sueño raro, terminó, y siguió haciendo las tostadas. Esa noche fue como todas, comimos mirando la tele, hablamos del  caño del baño que se había roto.
Pero la mañana siguiente, cuando me volvió a mirar pensativa, sentí miedo. Nos quedamos callados, mirándonos. Me dijo pasó otra vez. Qué, el hospital y todo eso?. No, anoche fue otra cosa. Te pisaba un tren. Horrible.
Desde entonces muero cada noche y resucito en el desayuno. Espero el momento en que ella se pare al lado de la cocina y me cuente con precisión el momento en que dejo de estar acá.
Hace dos meses me metí en internet, buscando algo, un sentido para esos sueños, una pista. Lo que encontré  fue una página que decía que había 257 formas de morir. Le pregunté a ella si recordaba cuando fue el primer sueño. Si, el 27 de abril. Fue un día antes del cumpleaños de tu vieja, me acuerdo bien. Hice  cuentas. Me quedaban 59 muertes posibles.
Empecé a prepararme. No lo hablamos, pero me di cuenta que ella también. Nos quedábamos por la noche  sentados en la cocina, sin hablar, mirándonos.
Hoy es la noche 257. Sé que mañana a esta hora voy a estar muerto. Ella preparó una cena especial, puso velas en la mesa, se puso ese vestidito negro que le queda tan bien. Cuando terminemos de comer  vamos a hacer el amor, vamos a hablar de las cosas cotidianas, y ella se va a dormir. Podría intentar mantenerla despierta, pero sé que es inútil. Los dos lo sabemos. A la mañana voy a saber cual de todas las muertes me pertenece.

sábado, 6 de julio de 2013

Un muchacho


Eran las tres y media cuando recibió el mensaje de texto. Estaba tomando un fernet en un bar de la avenida Santa Fe, el único que encontró abierto un martes a esa hora. Había salido de su casa hacía treinta minutos, aunque lo mismo daba el tiempo: no tenía nada que hacer. Después de un rato en la computadora - escuchando música, leyendo críticas de cine - había decidido que un poco de aire no le vendría mal , a pesar de los poco más de ocho grados que se sentían en la calle.

Era la época en que vivía desvelado. Dormía durante el día y a la noche - cuando no se quedaba en su casa viendo películas o fumando en el patio- salía de copas por ahí. Su bar preferido atendía sólo viernes, sábados y domingos, por eso durante la semana iba al primero que encontrara abierto por el barrio.

 Cuando el celular sonó, enseguida pensó en algo grave. Algún accidente de un familiar: un infarto del padre, el choque del auto de su hermana. Pensó que eso, de ser así, hubiese sido un verdadero bajón. Iba a tener un disgusto justo cuando disfrutaba del placer del alcohol, de la calefacción del lugar y de una pelirroja con la que intercambiaba esporádicas miradas desde la otra punta del bar.

En la pantalla se leía un número que no tenía agendado. El mensaje invitaba: "¿Vamos a tomar algo? Hace tiempo que no nos vemos!". Se tomó unos minutos para pensar antes de responder. Fantaseó con esa colombiana que había conocido hace una semana en el bar de los viernes, pero no le encontraba ninguna lógica a la cuestión del tiempo sin verse; y menos a esa hora.

Tenía ganas de jugar: se ahorró la cuestión de la identidad y, sin más pensar, contestó que estaba en el único bar abierto de Santa Fe y Callao. Que pasara a tomarse unos tragos. Se entusiasmó. Esperaba a alguien y no sabía a quién. De algo estaba seguro, aunque no se explicaba porqué : no era un amigo. No era un hombre.
Se levantó para ir al baño y en el camino pispeó a ver en qué andaba la pelirroja del fondo: seguía escribiendo en su notebook, mientras sorbía su cortado. Nada parecía distraerla.

Ya en el baño, descargó sus tres vasos de fernet sobre las bolitas de naftalina y, al lavarse las manos en la pileta, se tomó un tiempo para mirarse en el espejo. Un grano inoportuno había aflorado en su mejilla, producto de la barba de unos días. Por lo demás, lucía una remera negra que lo hacía más flaco y unos jeans comprados en oferta hacía unos días.

Sentado nuevamente, se acomodó y esperó. La ubicación de su mesa impedía ver con claridad la puerta de entrada. Para mirarla tenía que girar la cabeza a su derecha y, como no quería parecer desesperado, se concentró sólo en la parte que tenía visible a su frente.

Habrán pasado unos veinte, veinticinco minutos, cuando entró.

Él no lo notó enseguida. Se dio cuenta por la risa de los mozos y el comentario del más bajito de ellos: "Mirá qué minón!". Al darse vuelta, se le vino encima -como en un flash- el recuerdo, o lo que quedó del recuerdo de la noche de alcohol y otras yerbas de hace un mes en el boliche de microcentro. De pronto, siguiéndola con la mirada, un metro ochenta se acercaba a su mesa con el ruido de los tacos contra el piso. A esa altura, la gente del bar había dejado sus cosas para seguir atenta la situación. Él vació de un largo trago su fernet, con más hielo que otra cosa, y no pudo decir nada. Las imágenes se le cruzaron: la música electrónica, la noche que probó la merca, la fiesta de la espuma, el baño de hombres: él y ella. Ella, o él. Un hola mi amor te acordás de mí lo trajo de vuelta. Hubiera querido hacerse el boludo, pero pensó que ya era tarde. Estaba jugado. Lo invitó a sentarse y pidieron una cerveza. Charlaron de lo que hablan los amigos, los amantes, o eso que eran: un muchacho y su travesti.

Círculos

Te encamaste. No es la primera vez, lo sé. Me engañas. Siempre lo hacés.
Miro el teléfono. Pienso en llamarte. Llamo, y no atendés. Lloro. Te llamo otra vez. Y pasan las horas. Me acuesto y no duermo. Lloro, me lastimo, me levanto, me acuesto. Y, como siempre, después de la medianoche escucho como tu llave sigilosamente se coloca en la cerradura y gira como si estuviese acariciando cada segundo que tarda en destrabar esa puerta. Y escucho cada uno de tus pasos, lentos, porque te gusta que la madera cruja con cada pisada. Y entrás a casa con ese movimiento gatuno, melódico, y te sacás el saco y lo dejás prolijamente sobre la silla de siempre. Y entrás a la habitación, primero tu sombra, después vos, y te sacás los zapatos al borde de la cama. Te metés despacio, imperceptiblemente, debajo de las sábanas. Te prendés un cigarrillo y cada pitada ilumina la habitación durante segundos que se hacen horas, y escucho el sonido del papel quemándose, y tus dedos que golpean el cigarro para descartar las cenizas quemadas, y siento que con el humo que exhalás y que se disipa letalmente podría dibujarse una figura amorfa como esto, como nuestra historia. Y me ahogo con la mano para no llorar. Me tapo la boca para no gritar. Me muerdo los nudillos. Y vos apagás el cigarrillo, me pasás la mano por el pelo, desenredándolo mechón por mechón, y lo ponés atrás de mi oreja. Las yemas de los dedos hacen círculos en mi espalda como pidiendo unas falsas disculpas. Un círculo, otro círculo, dos círculos a la vez, acompasados con tu respiración larga y profunda, que suspira. Inhalás, exhalás, hacés unos movimientos suaves  para acomodarte en tu posición preferida, y te dormís.
Y yo no cierro los ojos. No pestañeo siquiera. Cierro las manos con tanta fuerza que se me clavan las uñas. Pero no me doy cuenta del dolor. Me levanto. Camino de un lado al otro de la casa. Estoy encerrada. Y te miro. Dormís profundamente, con media sonrisa dibujada en tu cara, y tu respiración armónica, tranquila, se funde en un sonido encantador con la brisa que entra por la ventana. La luz tenue de la habitación te resalta los rasgos y parece que estuvieras flotando, levitando, como si la paz estuviera hecha a tu medida. Y yo me ahogo en un llanto. Miro la ventana. Miro la puerta. Miro ese cajón. Otra vez ventana. Puerta. Otra vez cajón.
Te encamaste. Y no es la primera vez. Pero es la última.
 

martes, 11 de junio de 2013

Instrucciones... ¿para?

El primer elemento a tener en cuenta es la tristeza. Cuanto más profunda y desgarradora, más va a aportar a la perfección de la acción a desarrollar. Hay un punto de encuentro entre la tristeza y la acción que generan una comunión plena, un estallido donde el dolor y el placer se fusionan de tal manera que se hacen uno, irreductibles. Cualquier otro estado de ánimo llevaría a la mediocridad de la acción, si bien uno puede realizarla igual. Entonces a mi criterio, para su correcto desarrollo, el primer paso es sentirse triste. Recuerdo que fue un momento de infinita tristeza el que hizo darme cuenta de la excelencia de la acción desarrollada en esos parámetros. Estaba en Paris, lugar privilegiado en el mundo para realizarla, por la magnificencia de sus materias primas. Tuve la suerte de que allí me invadió la tristeza, y no en otro lugar, porque fue la conjunción de elementos más perfecta que pude y podré vivir jamás. Llovía, llegue a un departamento que alquilaba en la Rue Cler. Un monoambiente triste y sin luz. Una hora antes lo había estado esperando en uno de los tantos cafés de Saint Germain des Pres, y nunca apareció. No hay nada más triste que un desamor en Paris, la ciudad más romántica del mundo. La angustia y la bronca me invadían. Entré a mi departamento cubierta de lágrimas y ahí estaba. Desnudo como lo había dejado esa misma tarde. Perfecto, impoluto. Su intensidad me entró por los ojos, por la nariz, por la yema de los dedos. La manera correcta de proceder es, en primer lugar, cortar un pedazo respetando las líneas dibujadas en su superficie. Hay que tomar la precaución de dejar reposar ese trozo sobre la yema de los dedos de manera tal que el calor del cuerpo derrita parte de la sustancia, para el tiro final. Con lágrimas en los ojos en lo posible, y suspirando profundamente, se debe introducir suavemente el primer bocado en la boca y ubicarlo en el medio de la lengua. Hay que aplastar el pedazo contra el paladar para dividirlo en dos mitades cuasi simétricas, y con un rápido movimiento de lengua se traslada una mitad hacia las muelas del lado izquierdo, y la otra mitad hacia las del lado derecho. Luego se cierra suavemente la mandíbula para comenzar a masticar lentamente rompiendo esas mitades, mientras paralelamente se va derritiendo la sustancia por la lentitud de movimiento. Y finalmente el tiro final. Con una leve pero certera succión en la yema de los dedos, se limpia lo poco que queda del elixir… y ¡voilá!

martes, 4 de junio de 2013

Alejo recomienda



  • Clásicos

-Crimen y Castigo, Fiodor Dostoievsky
- El extranjero, Albert Camus
- El juguete rabioso, Roberto Arlt

Las tres novelas tienen planteos sobre la noción del bien y el mal, la ética y la moral. Mientras que en las dos primeras el crimen sirve como eje central de la historia, en El Juguete Rabioso se vislumbra la búsqueda de identidad del personaje. Las tres novelas giran en torno a la angustia, con monólogos interiores y soliloquios de carácter existencial como recurso literario. En un tramo de Crimen y Castigo, Raskolnikov (personaje principal) distingue a dos categorías de hombres: seres ordinarios y seres extraordinarios. Representa uno de los puntos más altos de la novela:

(Fragmento)


  • Novedades

-Trilogía sucia de la Habana, Pedro Juan Gutiérrez

Si nos guiamos por las etiquetas podemos decir que este escritor cubano se adscribe a la corriente del  realismo sucio,  de la que también formarían parte Bukowski y Carver. Con un estilo lacónico y directo, Gutiérrez narra la Cuba de fines de siglo XX, la de la década de los ´90, un período de miseria y marginalidad en la isla. Sus relatos de carácter autobiográfico hablan de sexo, ron y supervivencia.


  • No ficción

-Frutos Extraños, Leila Guerriero

Este libro reúne las mejores crónicas de esta periodista argentina.  Los temas van desde el caso de Romina Tejerina hasta las vendedoras de productos Mary Kay. Es importante lo que cuenta y cómo lo cuenta. Literatura con hechos de la vida real.
  

  • Cuentos

-  Cuentos completos, Rodolfo Fogwill

Fogwill tiene un par de cuentos increíbles. Se destacan Muchacha Punk, Dos hilitos de sangre, La liberación de unas mujeres, La larga risa de todos estos años y mi preferido: Restos Diurnos, que mezcla lo onírico con la confusión mental producto del cansancio y la cocaína, de la cual el autor abusó durante mucho tiempo.

Si quieren conocer algo más de este autor, pueden leer este lindo perfil que hizo Leila Guerriero sobré él: